Por Gabriel Link –
Mientras en la ciudad bonaerense de 25 de Mayo finalmente la familia Maldonado pudo velar a Santiago un miembro de la comunidad mapuche caía muerto bajo las balas macristas. Todo un símbolo, quien quiera ver que vea, quien quiera oiga que oiga, pero lo cierto es que durante las exequias de Santiago Macri “le rendía homenaje” asesinando a otro pibe de 22 años, su nombre era Rafael Nahuel, asesinado por la espalda ayer sábado, mientras huía de la balacera de Prefectura.
Todo el empezó el jueves 23, cuando una nueva patota macrista, conformada por “valientes efectivos” de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, portando armas de guerra, atacó violentamente una comunidad de 30 mapuches, la lof Lafken Winkul Mapu, en Lago Mascardi, destruyó sus casas y detuvo a las mujeres y los niños que no pudieron huir.
Alrededor de diez de ellos sí pudieron hacerlo, huyeron hacia la montaña y se escondieron durante dos días allí. Al bajar fueron emboscados, como ocurre en las películas de Cowboys e indios. Y como en las películas de Hollywood ganaron los blancos. Los muchachos de la “Sherif” Patricia Bullrich y el ranchero Joe Lewis, descargaron sus ráfagas de balas de plomo sobre los emboscados, el resultado fue más que “positivo”, se conocen tres abatidos; uno de ellos muerto, Rafael Nahuel; los otros dos heridos Lautaro Alejandro Gonzáles y Fausto Horacio Jones Huala (hermano del Lonko Facundo), ambos están incomunicados y según informan desde los Organismos de DDHH “fueron brutalmente torturados”. La vocera mapuche, Moira Millán asegura que “hay más heridos de gravedad en la montaña, que no están bajando por temor a las represalias”.
El operativo del jueves había sido impresionante, decenas de vehículos con unos 400 efectivos de las diferentes fuerzas de seguridad para desalojar a sólo 30 mapuches. Pero no una “célula del RAM”, como seguramente circulará entre los medios de la nómina macrista, eran simples familias, la mayoría de ellos mujeres y niños.
Como ocurrió aquel nefasto 1º de agosto que se llevó la vida de Santiago Maldonado, en la represión del jueves el “ejército” estaba comandado por un funcionario civil del gobierno de Macri. Se trata del secretario de Cooperación con los Poderes Judiciales, Ministerios Públicos y Legislaturas del Ministerio de Seguridad, Gonzalo Cané, el mismo funcionario que Bullrich había enviado a intervenir en la investigación de la desaparición de Santiago.
Cané ordenó la detención de todos, y los animales que responden a sus ordenes esposaron o precintaron a todos los detenidos, incluso a los niños más pequeños, como si fuesen peligrosos terroristas, o animales salvajes.
Según consigna hoy el diario Página/12 Natalia Anaya, abogada de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) local cuestionó el procedimiento de ayer: “No sabemos quién ordenó ni como se desencadenó este operativo represivo, que más que eso es una caza, una caza racista”, dijo al diario del Grupo Octubre.
El caso está bajo la órbita del juez federal de Neuquen (subrogando en Bariloche) Gustavo Villanueva, quien el jueves pasado dio la orden de desalojo luego de varias intimidaciones. Ese día se intentó poner fin a la toma iniciada el 14 de septiembre pasado, fecha en que la comunidad ingresó a ese predio que está bajo jurisdicción de Parques Nacionales.
El magistrado se hizo presente ayer, tras la muerte de Nahuel, en el lugar de los hechos junto a un secretario del juzgado y miembros del Ministerio Público de Río Negro. Los abogados de APDH y los representantes de la comunidad no pudieron acercarse al lugar debido a los retenes policiales.
Fernando Fernández Herrero, un trabajador social que conoció y compartió durante los últimos cinco años la vida de Rafael Nahuel, decidió escribir sobre él un texto donde no sólo cuenta quién era sino que además deja en claro lo duro que es para la comunidad mapuche sobrevivir en una sociedad que le da la espalda y la estigmatiza hasta matarla.
El texto de Fernández Herrero:
Rafita NO tenía 27 años, tenía 22 recién cumplidos, nació el 15/8/96. Es más fácil construir la imagen de “enfrentamiento” con un adulto de casi 30 armado, que con un pibe de 22 que tira piedras. Tampoco era un “delincuente”, o un “mapuche violento”, o “un indio que se la merecía” como dicen en comentarios en las redes sociales los que hace rato perdieron su última gota de dignidad.
A Rafita lo conocí hace más de 5 años cuando se largó la experiencia Alto Construcciones (la foto es de esa época) en la que pibes desescolarizados de los barrios (en su caso del Nahuel Hue) se integraron a una escuela de Don Bosco en Frutillar, a contraturno, para aprender un oficio y hacer una práctica laboral. Mi compañero Javi Silva venía acompañanado a un grupo de pibitos en la capilla del Nahuel Hue entre los que estaba Rafita, …flaquito, chiquito, siempre vestido de Boca, tratando de sobreponerse a una realidad familiar muy difícil, y a un barrio que se come a los pibes.
Rápidamente se integró, aprendió a soldar, hacía cualquier trabajo pero de entrada vio que lo que le gustaba era la herrería, siempre estaba cerca de su amigo Facundo Arias (que también perdimos), gran bromista siempre imitando a un payador, también de Coqui y Kevin Painefil, sus otros hermanos de la vida.
Venía todos los días, no faltaba, contento se puso el mameluco cuando los pudimos comprar, dentro de nuestro trabajo de ir integrando a los pibes en grupos con el eje puesto en la cultura del trabajo, Rafita era uno de nuestros referentes, era uno de esos que poníamos con otro al que le costaba más, que tenía menos ganas, Rafita tenía ganas dobles y traccionaba.
Por diferencias con la escuela el Alto Construcciones se mudó transformándose en el San José Obrero del Barrio Malvinas, hubo que empezar de nuevo, con muy pocos recursos y herramientas, Rafita la entendió rápido, todos los días caía al taller con algún hierro que rescataba de la basura y lo transformaba en un chulengo, una parrila, o cualquier cosa que pudiera vender.
Por esa época nos trajo un día a su hermano mayor Ale, que tanto queremos, lo trajo tímido al principio, pero decía sin decir que quería que le diéramos una mano.
Ale tan bueno como complicado cuando se intoxicaba, y ahí jugaba Rafa, se iba antes de pelearse, renunciaba a su espacio por su hermano, así era Rafita.
Dice Javi Silva “Tuve la suerte de acompañarlo. A mí me enseñó mucho. Fuimos de viaje, campamentos y muchas andanzas más. A veces no enojábamos el uno con el otro (pero siempre nos arreglábamos) por decisiones.
Recuerdo cuando fuimos a ver a su hermano a Buenos Aires nos convocaron para dar una charla del San José en la Universidad de Madres. Él se puso la 10, habló de lo que significaba el poder ver la vida de otro lado, el poder pensar en el otro y en sí mismo”. Si, un pibe con toda una vida llena de dolores pero con más valores de vida que muchos de nosotros.
Cuando el San José se transformó en el Programa PAIS de Sedronar le dijimos, con Omar Omar, Yanina Llancaqueo, y Javi Silva, a un grupo de pibes que ya eran mayores, que debían empezar a transitar su propio camino, uno de los que lo entendió rápidamente fue Rafa. Igual venía seguido, empezó a noviar con una operadora, siempre nos saludaba con cariño, a veces agradecía por su hermano, alegre, con ganas dobles, se la rebuscaba con la herrería.
Después de eso se vinculó con otras organizaciones, últimamente su participación en la causa Mapuche era otro importante proceso de crecimiento, porque a nuestros pibes de los barrios empiezan por quitarles las oportunidades, y después les quitan la capacidad de ser actores de la realidad, dejar todo lo que les hace mal, rebuscarse el trabajo y comprometerse con alguna causa que encima defienda sus raíces. Es todo lo que podemos soñar los que trabajamos en los barrios, con los pibes,… Rafita era todo lo que podíamos soñar. Ayer lo asesinaron por la espalda.
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