
De la Redacción de Contrapoder –
En diciembre de 1996, poco después de ser nombrado arzobispo de Melbourne, George Pell reprendió a dos chicos del coro de la catedral de la ciudad que se habían colado en la sacristía y se habían bebido el vino de misa. Se acababan de meter en un buen lío, les amenazó. Luego abusó de uno oralmente y tocó los genitales al otro mientras se masturbaba. Así lo recoge la sentencia de un tribunal de Melbourne que lo condenó por abusos a menores a una pena que podría llegar a 10 años de cárcel.
El cardenal Pell, ex ministro de Finanzas del Vaticano hasta hace dos días y consejero directo del Papa, es el miembro de la jerarquía católica de mayor rango jamás condenado. Francisco, sabiendo lo que venía no lo renovó en su cargo después de que el 24 de febrero expirasen sus cinco años de mandato. Además, desde ayer le prohibió oficiar misas y acercarse a menores hasta que se resuelvan sus apelaciones.
Tras el veredicto, una de las dos víctimas pidió a través de un comunicado que se mantenga en secreto su identidad al asegurar que no es un portavoz de las víctimas de pederastia, solo un trabajador común y corriente que mantiene y protege a su familia lo mejor posible. “Necesito espacio y tiempo para soportar el proceso judicial en marcha”, dijo la víctima en el documento divulgado por su abogado. “Como muchos sobrevivientes, he experimentado vergüenza, soledad, depresión y dificultades. Como a muchos sobrevivientes, me llevó años comprender el impacto que tuvo en mi vida”, agregó. La otra víctima, monaguillo al momento de ocurridos los hechos, murió en 2014.
La decisión de condenar a Pell había sido tomada por el tribunal de Melbourne el 11 de diciembre pasado. Pero la corte adoptó entonces una orden de supresión, que prohibía a los medios cualquier mención a este caso, so pena de actuaciones judiciales. Este silencio obligado se impuso con el objetivo de proteger al jurado de un segundo juicio en el que el cardenal Pell debía ser juzgado por otros presuntos delitos. Pero la acusación decidió renunciar a este segundo proceso, lo que condujo al levantamiento, ayer, del silencio mediático sobre el primer caso y a autorizar a los medios a anunciar el veredicto de culpabilidad.
Al hacerse pública la decisión de la justicia, el Vaticano confirmó la prohibición al cardenal del ejercicio público del ministerio sacerdotal y el contacto, en cualquier modo y forma, con menores de edad. “Para garantizar el curso de la Justicia, el Papa ha confirmado las medidas cautelares ya dispuestas al cardenal Pell desde que regresó a Australia, o sea que en espera de que se confirmen definitivamente los hechos, a Pell se le prohíbe de manera cautelar el ejercicio público del ministerio sacerdotal y como norma el contacto en cualquier modo y forma con menores de edad”, leyó el portavoz del Vaticano, Alessandro Gisotti.
En el comunicado oficial, el Vaticano dice unirse al respeto hacia las autoridades judiciales australianas declarado ayer por el presidente de la Conferencia de Obispos de Australia. “En nombre de este respeto, ahora esperamos el resultado del proceso de apelación, recordando que el cardenal Pell ha reiterado su inocencia y tiene el derecho de defenderse hasta el último grado. Esperando el juicio final, -continúa la declaración- nos unimos a los obispos australianos para orar por todas las víctimas de abusos, reafirmando nuestro compromiso de hacer todo lo posible para que la Iglesia sea un hogar seguro para todos, especialmente para los niños y más vulnerables”, se lee en la nota.
La publicidad de la sentencia tiene lugar días después de la cumbre vaticana para abordar la pederastia en la Iglesia. El papa Francisco ofreció el domingo ocho pautas para erradicar lo que calificó como la monstruosidad de los abusos a menores, pero la falta de medidas concretas decepcionó a las víctimas. Los críticos, además, consideran que la institución aborda con demasiada lentitud un problema global y que se remonta, como mínimo, décadas atrás.
Días después de la condena de Pell en secreto, la Iglesia anunció que había sido retirado del grupo de cardenales que componen el gabinete del Papa y sus consejeros más cercanos. Pero sobre el papel sigue apareciendo a la cabeza de la Secretaría de Economía de la Santa Sede, es decir, número tres del Vaticano después del Papa y del Secretario de Estado. No obstante, el Papa le otorgó una licencia en junio de 2017 para defenderse desde las acusaciones y desde entonces Pell no ha cumplido con las responsabilidades de su cargo.
El australiano fue designado obispo auxiliar de Melbourne en 1987, arzobispo en esta misma ciudad en 1996 y arzobispo de Sydney en 2001. En 2014 fue elegido prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede, un nuevo puesto creado por Francisco para atajar los escándalos en torno a las finanzas del Vaticano.
La Policía australiana presentó cargos el 29 junio de 2017 por pederastia en el tribunal contra el cardenal, que ese mismo día pidió la excedencia en el Vaticano para demostrar su inocencia. De momento, ha sido declarado culpable en un primer juicio, mientras que un segundo, por supuestos abusos cometidos en las década de 1970 en Ballarat, fue sobreseído por falta de pruebas.
El caso de Pell ha causado conmoción en Australia, donde en el pasado fue elogiado por un ex primer ministro y lidera a las voces conservadora en cuestiones como el matrimonio homosexual y el cambio climático. El religioso ha mostrado abiertamente su oposición a la ordenación de mujeres, al divorcio y al aborto. Además, al menos en una ocasión rechazó dar la comunión a homosexuales durante una misa. Antes de Pell, el caso de mayor rango de abusos sexuales en la Iglesia en Australia fue el de Phillip Wilson, exarzobispo de Adelaida, condenado el año pasado por encubrir crímenes de un cura pederasta en los años 1970. Su condena de prisión fue anulada en diciembre.
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