ECONOMÍA

Para salvar a la economía, la banca tiene que perder

Para salvar a la economía, la banca tiene que perder

Por Alfredo Zaiat – 

Los bancos contabilizan ganancias fabulosas en comparación a otras actividades desde hace años. En esta crisis global inédita siguen siendo tratados como vacas sagradas. Resisten la entrega de créditos a las pymes, abandonan a sus clientes al no financiar la cobertura de cheques y son ineficientes como vehículos de medio de pagos para jubilados y titulares de programas sociales.

Las cifras que muestran sus balances han sido obscenas desde que dejaron atrás la crisis del corralito. Siguieron siendo aún más impúdicas en un contexto económico de recesión, como el de los dos últimos años de la crisis económica macrista. Y son ofensivas cuando la debacle es general y sólo ellos siguen con privilegios. Las ganancias de los bancos se acumulan como si las crisis no sucedieran para ellos. Ni la pandemia coronavirus los alcanza.

El presidente Alberto Fernández dijo, en referencia al Grupo Techint, que había despedido a 1450 trabajadores tercerizados, “bueno, muchachos, les tocó la hora de ganar menos”.

Debería incluir al sistema financiero si el objetivo es tratar de amortiguar costos ineludibles de la debacle global. Con los bancos ya no se trata “de ganar menos”, sino que, al menos una vez, no ganen y que no sean una fuente constante de especulación financiera y de maltrato a clientes, en especial a los jubilados.

En el actual escenario de caída vertical de la actividad productiva y comercial se necesita que la banca se convierta en un servicio financiero público esencial para la economía y la convivencia social.

El virus Covid-19 puede llegar a ser catastrófico en el sistema sanitario pero si no aparecen medicinas efectivas para el virus de la banca que se desentiende de la crisis, la pandemia será aún más devastadora en las pymes y el empleo.

Las enseñanzas que dejaron crisis pasadas son que las medidas financieras deben tener una conducción política y no deben ser ordenadas por líneas técnicas del Banco Central, tradicionalmente influenciadas por intereses de la banca.

Cifras
Unos pocos números sirven para exponer la situación preferencial de la banca respecto a la mayoría de otros sectores de la economía. Las siguientes cifras surgen del anexo estadístico del último Informe sobre Bancos del BCRA:

* En 2018, las ganancias acumuladas del sistema financiero (banca pública y privada –nacional y extranjera- y otras entidades) sumaron 144.417 millones de pesos.

* En 2019, las utilidades ascendieron a 302.863 millones de pesos.

* Esto significa que el año pasado, el segundo de la recesión macrista y con una inflación de casi el 55 por ciento anual, la banca más que duplicó sus ganancias. Para ser exactos: las aumentó 109,7 por ciento en doce meses.

No fueron utilidades nominales que acompañaron la indexación de la tasa de inflación; fueron ganancias en términos reales que contabilizó el sistema.

El nuevo año no modificó esa tendencia:

* En el primer mes de 2020, la ganancia global de la banca fue 27.782 millones de pesos.

* En enero de 2019, había sido 15.070 millones de pesos.

* La utilidad interanual se incrementó en 84,4 por ciento.

Casi ninguna otra actividad, salvo las que funcionan fuera de las normas legales, puede mostrar semejante magnitud de utilidades netas en esos años.

El Banco Central informó que no autorizará la distribución de utilidades hasta el próximo 30 de junio para que esos excedentes permitan sostener la capacidad prestable del sistema.

Equilibrio
El Banco Central dispuso otras medidas para que los bancos comiencen a realizar su tarea básica: la de ser intermediarios entre el cliente que deposita dinero y aquel que demanda un crédito. En esta crisis global inédita, cumplir con esa función sería además para atender una situación de emergencia productiva y comercial.

Para incrementar la disponibilidad de recursos prestables, el Banco Central liberó encajes (el dinero que las entidades deben mantener inmovilizado por política prudencial definida por la entidad monetaria) que devengan una tasa del 0 por ciento.

También fijó topes para mantener Letras de Liquidez (Leliq) en sus carteras, lo que implicó que una porción de esos activos no se renovaran.

En total, entre liberación de encajes y de Leliq, el paquete financiero para atender a las micro, pequeñas y medianas empresas suma 350 mil millones de pesos.

Esos fondos deben ser destinados a financiar a esas firmas con líneas especiales para pagar salarios y capital de trabajo a una tasa de 24 por ciento anual.

Esto significa que parte del dinero que estaba colocada al 0 por ciento ahora la banca puede reorientarla a créditos al 24 por ciento. Y otra parte, las de las Leliq, que estaba devengando una tasa del 38 por ciento puede ser entregada a esa tasa de referencia.

El cálculo que hicieron en el Banco Central es que con la tasa del 24 por ciento los bancos no ganan ni pierden; quedan en equilibrio. El aporte de la banca es de ese modo nulo en términos de rentabilidad sobre esa porción de su negocio.

Es cierto que dejan de ganar, de lo que ya de por sí eran abultadas utilidades como se precisó arriba, pero sin perder cuando casi todos los sectores están registrando quebrantos inmensos. Otra vez, la banca transita una situación de privilegio en una crisis fulminante en la cual la mayoría pierde mucho.

Tasas
En la entidad monetaria estiman que la disminución de tenencia de Leliq en poder de las entidades y la liberación de encajes generan un volumen de crédito adicional para apoyo a las pymes de más del 50 por ciento del actual financiamiento bancario.

Las autoridades explican que la tasa del 24 por ciento anual es conveniente porque es baja en relación a la inflación, o sea que es una tasa negativa en términos reales. Esto sería así si se estima un ritmo de inflación futura sostenido, escenario que es discutible teniendo en cuenta la muy fuerte caída de la demanda y, por lo tanto, de la actividad.

En general, la historia económica muestra que en periodos de fuerte recesión o de depresión no hay inflación elevada, sino que se registra deflación.

La historia particular de la economía argentina enseña además que la inflación no se ha disparado cuando la emisión monetaria es elevada, sino cuando faltan dólares. Esto significa que el problema no es la emisión de pesos, como no se cansan de confundir a la población la inmensa logia de economistas ortodoxos y heterodoxos conservadores, sino el descontrol del mercado cambiario. Hoy no hay riesgos cercanos de inestabilidad cambiaria.

Si se verificara ese comportamiento probable de los precios, la tasa del 24 por ciento pasaría entonces a ser elevada. Incluso si se cumpliese la previsión oficial y la tasa de interés fuera levemente negativa, la incertidumbre económica que atrapó a las pymes convertiría a ese préstamo en un factor adicional de preocupación financiera.

La política monetaria y crediticia del Banco Central tiene que estar pensada para salvar a la economía real, no para cuidar la rentabilidad de los bancos.

Engaños
Pese a que este esquema de financiamiento a pymes no le implica ningún quebranto a los bancos, la operatoria estuvo frenada por las entidades arrojando a la desesperación a las pymes.

Funcionarios del área económica escucharon decenas de justificación de banqueros para no dar esos créditos. Una de las más desopilante fue la expuesta por un importante ejecutivo de una entidad europea, que fundamentó la demora en habilitar la operatoria a que necesitaba adecuarla a normas de regulación de la banca europea, diciendo que en caso contrario la castigarían con un aumento en los requerimientos de capital. Disparate que el funcionario rechazó inmediatamente.

Así se mueven los banqueros, entre engaños, medias verdades y dispersando miedos en dependencias oficiales y a través de gran parte de los medios de comunicación acerca de lo que puede suceder con los depósitos si pagan tasas más bajas.

El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, lo dijo en forma muy clara, en el programa del periodista Marcelo Bonelli, del canal de cable TN: “Los bancos deben comprometerse mucho más; no entienden, van muy lentos”.

Como se sabe en base a crisis pasadas, el Banco Central tiene que apurarlos; solos no se moverán.

Garantías
Pese a contar con los recursos liberados por el Banco Central, las entidades siguen resistiendo la apertura de las líneas para las pymes. El argumento insistente de los banqueros es que se trata de un sector con un elevado riesgo de incumplimiento.

Para destrabar la situación porque la urgencia apuraba, el gobierno dictó un amplio decreto de necesidad y urgencia de asistencia a las pymes, incluyendo una partida adicional para el Fondo de Garantía Argentino (Fogar). El monto involucrado suma 30 mil millones de pesos para entregar con el Fogar.

Los créditos a las pymes quedaron entonces con el siguiente esquema: una línea para capital de trabajo al 24 por ciento anual, a doce meses, con tres de gracia, con garantía del Estado a través del Fogar.

La banca igual no está instrumentando los créditos a las pymes. Para que empiecen a prestar no resulta efectiva la apelación a la buena voluntad; sólo lo harán si el costo de no hacerlo es superior a mantener inmovilizado los recursos.

Vacas sagradas
Esta crisis, que exige rapidez en las respuestas, estructuras ágiles para responder a las demandas y compromiso ante clientes y empresas desesperadas, está demostrando que los bancos en el mercado local son ineficientes.

No son rápidos ni ágiles ni muestran voluntad para aportar soluciones a una situación económica y social muy crítica. No sólo no se ocupan de la función básica de su actividad, que es captar recursos para prestar, sino que no saben organizar, junto a las autoridades oficiales, un sistema efectivo de medio de pagos para jubilados y beneficiarios de programas sociales.

Pese a esas y otras deficiencias, que implican un costo social y económico enorme para la sociedad, son vacas sagradas de la estructura económica. No se las puede tocar bajo la amenaza del peor de los cataclismos.

En realidad, por no avanzar en regulaciones y controles firmes sobre la banca es que se precipitan y luego se agudizan las crisis. Los bancos tienen que estar subordinados al interés general; no al revés.

Un gobierno o una fuerza política que pretenda regular su funcionamiento son señalados por una inmensa red de propaganda como promotores de la inestabilidad y de poner en riesgo el ahorro de la población.

Con tantas crisis financieras, locales e internacionales, se sabe que eso no es cierto, aunque el sentido común fue capturado en el imaginario colectivo con que a los bancos no hay que tocarlos.

Bicicleta
El mercado local se ha caracterizado por décadas por no tener una fuerte base de crédito bancario. Es lo que se denomina una plaza con un muy bajo apalancamiento. Durante la gestión de Mercedes Marcó del Pont en el Banco Central se había alcanzado un ratio de 17 por ciento de crédito al sector privado comercial y productivo en relación al PIB. Era un indicador que seguía siendo muy bajo en comparación a otros países de la región. En los años del macrismo empeoró al derrumbarse al 8 por ciento, una caída del 50 por ciento en términos reales en los años 2018 y 2019.

La explicación es muy sencilla: gran parte de los fondos que estaban prestados fueron desviados a la bicicleta financiera segura y rentable de las Letras de Liquidez (Leliq) del BCRA. Un negocio especulativo espectacular con el mínimo esfuerzo para la banca.

Las Leliq las emite el Banco Central, a una tasa elevada y con riesgo casi nulo para el colocador de los fondos, que son las entidades financieras.

Las cifras de ese negocio que revelan los balances del sistema financiero son impactantes, según los anexos estadísticos del mencionado Informe de Bancos:

* En 2018, el renglón “resultado por títulos valores” (fundamentalmente, las Leliq) sumó 326.844 millones de pesos.

* En 2019, esa ganancia más que se duplicó: 795.321 millones de pesos.

El último registro del informe es para enero de 2020, mes que muestra que los bancos continuaron acumulando esas utilidades extraordinarias: contabilizaron 59.945 millones de pesos.

Clearing
El caos comercial y financiero que se produjo por la reapertura del clearing sin excepciones por actividad ni red de protección para las pymes es una muestra de la capacidad de los bancos de preservar sus intereses sin importar las consecuencias.

También la efectividad del lobby ejercido por grandes empresas (cadenas de supermercados, proveedoras de alimentos y productoras de bienes de la canasta básica, entre otras) para forzar el funcionamiento del clearing. La mayoría de las pymes quedaron de ese modo desamparadas.

Las pymes no solamente necesitan garantías como las ofrecidas por el Fogar para préstamos, sino que hubiese sido necesario ofrecerles un colateral (aval) del Tesoro para todos los cheques que con la reapertura del clearing están siendo rechazados por falta de fondos.

Ante la avalancha de cheques sin fondos, el Banco Central ahora entregó un plazo adicional de 30 días para cubrirlos. Pero el riesgo de la ruptura de la cadena de pagos sigue latente si la banca no se involucra en financiar a las pymes.

Oportunidad
Anteriores crisis financieras y mucho más en ésta, que es mundial y de una magnitud impactante, el Gobierno y el Banco Central no deben esperar ni apostar a que el sistema financiero, con sus propias reglas de funcionamiento, ayude a administrar los costos de la debacle, y mucho menos que sea un actor independiente para superar la crisis.

El presidente Alberto Fernández tiene la oportunidad que le brinda esta crisis global para disciplinar a la banca sin importar sus amenazas.

No se trata de convocar a la banca a ganar menos, como sucede hasta ahora con la actual normativa dispuesta por el Banco Central, sino a que en este año de crisis global registren pérdidas como aporte para salvar cientos de pequeñas y medianas empresas y miles de empleos.

Créditos a tasa cero para pymes al borde del abismo sería una medida política contundente para mostrar autoridad ante una banca que mira la crisis desde el balcón.

Los bancos pasarían a estar de esa manera en las mismas condiciones de casi todo el resto de las actividades productivas y comerciales y dejarían de ser, por lo menos en esta crisis, la vaca sagrada de la economía.

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