
Por Gabriel Link –
Los triunviros de la CGT tuvieron que huir. Insultados, agredidos y corridos por un pueblo trabajador al que no representan, al que hastiaron con discursos, con tibiezas y con mentiras. Luego de anunciar un paro sin fecha, y condicionado a “respuestas del gobierno” el caos estalló. El Pueblo había salido a la calle a anoticiarse de un plan de lucha concreto, a enterarse que día comenzaría esa lucha. A cambio de eso, los presentes solamente recibieron discursos híbridos y promesas elípticas.
“Pongan fecha, hijos de puta, nos estamos cagando de hambre”, estallaron los trabajadores cuando entendieron que los discursos se iban por la tangente. Héctor Daer, el primero en bajar, tuvo que ser resguardado dentro de un edificio cuando iban a golpearlo. El resto de los dirigentes, muertos de miedo, se mantenían sobre el escenario, pero la cosa se iba encendiendo y finalmente se fueron por la parte trasera del palco y se escaparon corriendo bajo una lluvia de insultos, piedras y botellas.
La tensión que hubo en el acto se evidenció sobre todo en el adelantamiento de los discursos, que estaban pautados para las 16:00 y comenzaron casi una hora antes. Mientras Héctor Daer daba el suyo fue abucheado varias veces, y la silvatina fue enorme cuando evitó ponerle una fecha al “anunciado” paro nacional. Tanto a Carlos Acuña como a Juan Carlos Schmid ya los habían silbado. Todos se fueron corriendo. Todos se murieron de miedo, miedo de que sus bases, que reclamaban sus cabezas, se quedaran literalmente con ellas.
Lo que ocurrió después no escapa a un escenario previsible que rodeó al extraño acto de una CGT sin reacción, que desde hace años camina en dirección contraria a los intereses de los trabajadores. Cuando las necesidades estaban satisfechas la CGT hacía paros reclamando por el impuesto a las ganancias de la clase media, y hoy, que la desocupación y la pobreza crecen exponencialmete simplemente amenazan y le piden al gobierno “medidas” para “zafar” del compromiso de convocar a un paro.
Es evidente que los líderes de la central obrera no tienen un termómetro claro de lo que pasa por debajo de los delegados gremiales. La frialdad de los discursos no se condijo con la calentura que se siente en las bases. Nadie esperaba mucho, los trabajadores salieron a “medir” a sus representantes, de hecho el acto de hoy no fue organizado por el cansancio de gremialistas que pelean contra las medidas de un gobierno que oprime, fue organizado por la presión que los conductores de la CGT recibían de sus bases, que en catorce meses solo los vieron sentados sonrientes con el gobierno oligarca amarrocando millones para sus sindicatos.
Que no confundan los medios con los discursos de Daer, Acuña y Schmid, el pueblo no salió porque ellos convocaron, ellos convocaron porque el pueblo necesitaba salir a manifestar contra quienes lo oprimen y también contra quienes no lo defienden. Y así lo hizo. Ni Daer, ni Acuña, ni Schmid convocan a 500.000 personas, el pueblo se autoconvocó aprovechando el acto montado por la CGT. Más allá de los colectivos que movilizaron los gremios cientos de miles de personas ganaron las calles y allí se quedaron, incluso hasta horas después de que los sindicalistas escaparan. Y cuando esos burócratas cobardes huyeron el pueblo tomó el escenario, como si fuese un mensaje subliminal. Como diciendo “si ustedes no convocan formalmente a un paro, si no diseñan un plan de lucha serio y en serio, ustedes van a ser reemplazados”.
Lo que quedó del acto es una gran incertidumbre respecto del futuro de la central obrera, ¿una nueva fractura?, ¿un recambio de autoridades?. Las cargadas en las redes no se hicieron esperar, Twitter y Facebook se inundaron de memes con las caras de la terna que, al menos hasta hace un rato conducía la CGT. El escriba no cree que mañana esos triunviros que hoy se fueron corriendo asustados se atrevan a poner la cara de nuevo.
Esto jamás ocurrió durante los 12 años de gobiernos kirchneristas, el pueblo nunca necesitó reclamarle nada a sus sindicatos, sencillamente porque el gobierno le daba lo que necesitaba sin que ningún sindicalista se lo exigiera. La prueba está en aquel acto del 9 de diciembre de 2015, cuando el mismo pueblo que hoy salió a putear a sus dirigentes sindicales, salió a la calle a festejar por última vez al gobierno que se iba, a agradecerle a su presidenta por los derechos recuperados. Y sin que hubiese una sola pelea, un solo disturbio, un solo enfrentamiento. El pueblo se había acostumbrado a un gobierno que lo defendía. Hoy, el tirano gobierna, y no hay nadie que lo defienda de él.
RSS