La noticia conocida a través del diario La Nación sobre el aporte de 500.000 dólares de una empresa controlada por Odebrecht a la campaña electoral de Mauricio Macri en 2015 dibuja una nueva mancha, otra más, sobre la pretendida pureza de los integrantes del gobierno de Cambiemos respecto de los temas de corrupción.
Protagonista del mayor escándalo de coimas en Latinoamérica, la compañía de origen brasileño donó a través de Braskem, dedicada al área petroquímica y con filial en Argentina, esa cantidad de dinero a la campaña presidencial de Cambiemos, lo cual fue revelado por el matutino de los Mitre.
Sin embargo, esta no es la única vinculación que liga al macrismo con la empresa que confesó el pago de millones de dólares en toda la región en concepto de coimas.
Otro de los episodios que salpica a la actual administración es el envío de cinco transferencias por US$ 600.000 que recibió el actual titular de la AFI, Gustavo Arribas, desde una cuenta en un paraíso fiscal que Odebrecht utilizaba habitualmente para pagar coimas. Sobreseído en tiempo récord -y con apelación pendiente del fiscal- a partir de cuestionados informes de la UIF y del Banco Central, el funcionario no logró ni remotamente despejar las dudas sobre lo acontecido, ni dar una explicación convincente. Al contrario, se enredó en versiones y contra versiones que lo dejaron muy mal parado.
Por último, si algo faltaba para involucrar al macrismo con el escándalo de coimas de Odebrecht, un medio brasileño dio a conocer hace dos meses una serie de mensajes de correo electrónico que complican a Ángelo Calcaterra, primo del jefe de Estado y acusado en reiteradas ocasiones de oficiar como uno de sus testaferros. Los mails, del año 2010, ponen al descubierto maniobras para el pago de sobornos en el marco de la obra del ferrocarril Sarmiento.
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