
De la redacción de Contrapoder –
La crisis política de Brasil generó una verdadera ecatombe financiera en ese país y, tal cual ocurría antes de las medidas proteccionistas del kirchnerismo, la caída de los mercados de nuestro principal socio comercial tuvo su réplica en los nuestros. Las pruebas aportadas a la justicia acerca de la corrupción del gobierno de Michael Temer provocaron una corrida en los mercados brasileños. El Bovespa, que es la plaza bursátil brasileña, marcó una baja de casi 9%, mientras que el real registró una devaluación de algo más de 8%.
El derrumbe fue tan repentino que a media hora de abrir las autoridades de la bolsa de Sao Paulo decidieron suspender la cotización, y lo mismo hicieron las autoridades financieras con la plaza cambiaria, intentando evitar una catástrofe.
Los problemas en el país vecino también se sintieron en la Bolsa local, que mostró una baja de 2,95 por ciento en el Merval y el dólar escaló hasta los 16,27 pesos, con un alza de 36 centavos, la mayor suba desde el Brexit. con un riesgo país que subió 13 unidades, para colocarse en 432 puntos básicos.
Como ocurría en décadas pasadas la Argentina volvió a ser vulnerable a burbujas y movimientos especulativos del mundo. Ayer hubo una muestra clara de la volatidad que genera el esquema de desregulación impulsado por el Banco Central.
El Banco Central perdió 225 millones de dólares en reservas internacionales, al tiempo que el dólar marcó su mayor aumento en meses. La suba de la cotización del tipo de cambio oficial superó incluso el valor del dólar paralelo, el cual finalizó la jornada en 16,20 pesos por la menor demanda minorista.
La política económica del Gobierno se sostiene en el endeudamiento para cubrir los desequilibrios y financiar la fuga de capitales a través del ahorro en negro, al encarecerse el costo de los préstamos se genera incertidumbre y eso potencia la fuga.
Los operadores de la city afirman que la crisis brasileña no está terminada y que en los próximos días podrían darse otros coletazos e los mercados locales. Temer gritó “No renunciaré”, pero nadie le creyó.
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