
A comienzos de año el PAMI implementó un sistema de recetas electrónicas para todos los médicos de cabecera, y a partir del pasado 4 de julio quedaron fuera de uso las clásicas recetas verdes de papel. El gobierno adujo que el cambio fue con el presunto objetivo de fortalecer los controles, pero, la implementación del nuevo sistema dejó al desnudo que lo hicieron como “trampa” para limitar la cantidad de remedios que la obra social de los jubilados subsidia a sus afiliados.
El sistema restringe y dificulta la tarea de los médicos que prescriben los medicamentos a nuestros abuelos, quienes desde la implementación del nuevo sistema, se ven privados de manera insólita de sus tratamientos por enfermedades crónicas propias de la edad.
Pero eso no es todo, en muchos casos, cuando los médicos confeccionan una receta, el sistema les indica de modo insólito que “se ha superado la dosis anual permitida por el instituto”, algo que no existe en ninguna ley o práctica médica. Lo que queda claro es que la argumentación del instituto carece de aval científico y es una simple excusa para “gastar menos”.
Además estas restricciones alcanzan a pacientes con discapacidades, pese a que, cuando se establecieron los cupos, se había aclarado que los discapacitados quedaban afuera de la disposición.
Todos estos cambios, sumados a los anteriores aplicados desde comienzos del año pasado, no hacen otra cosa que vulnerar el derecho al acceso a la salud consagrado en la Constitución y en las leyes que regulan la prestación de servicios a las personas mayores.
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