
De la redacción de Contrapoder –
En Brasil hoy todos miran a la sureña Porto Alegre, capital de Río Grande do Sul, pues el Tribunal Regional Federal de alzada que debe juzgar en segunda instancia a Luis Inacio “Lula” da Silva se encuentra en esa ciudad.
En el PT no todas son pálidas, mirar hacia la experiencia anterior de un dirigente político propio condenado por Sergio Moro, juez cercano al gobierno y al establishment brasileño, es alentador. En setiembre de 2015 el mismo juez había condenado a Joao Vaccari, tesorero del PT, a 15 años de prisión por los mismos cargos de corrupción pasiva y lavado de dinero y el agregado de asociación para delinquir.
El Tribunal Regional Federal número 4 con base en Porto Alegre se tomó casi dos años para investigar la causa, y el 27 de junio pasado revirtió la condena que Sergio Moro le había aplicado a Vaccari. El tesorero del PT fue absuelto porque dos de los tres jueces indicaron que la condena hecha por Moro estaba basada sólo en “delaciones premiadas” (testimonios de condenados), sin pruebas que respaldaran las afirmaciones de quienes se beneficiaron por mostrarse arrepentidos.
Del párrafo anterior se desprenden las expectativas de los más optimistas del PT, por un lado el criterio aplicado por el tribunal de alzada, de absolver por falta de pruebas dejaría a Lula en inmejorable situación, pues la condena de Moro contra el ex presidente, en ese sentido, es idéntica a la aplicada a Vaccari. No hay más pruebas que la palabra de un condenado.
Pero también juegan en el PT con los tiempos, pues el Tribunal tardó 21 meses en dictar la sentencia, y para las elecciones faltan solo 15, y algunos meses menos para que Lula pueda presentar su candidatura, con lo cual muchos suponen que, más allá del resultado, Lula recibirá el veredicto sentado en un cómodo sillón del “Palacio do Planalto”.
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