Por Gabriel Link –
Pasó el último turno electoral del proceso de elecciones 2017 en Corrientes, y para el peronismo fue catastrófico. El candidato peronista apenas logró su banca, alcanzando un paupérrimo 25% de los votos, con picos que quedarán en la historia, como los de Capital donde solamente obtuvo el 16% y Caseros, donde apenas rozó el 19%. En las ciudades más importantes (todas en manos de “camauístas”) más o menos se mantuvo el promedio provincial, Santo Tomé (24%), Curuzú (24%), Mercedes (24%) y con escasos “batacazos”, como Libres, donde superamos el 40% de los votos.
Quedará para los analistas capitalinos determinar en cuanto jugó la interna en los magros resultados obtenidos por Jorge Antonio Romero en los municipios manejados por camauistas. Es de suponerse que la mitad de la biblioteca hundirá el bisturí en la pelea Camau-Fabián, y la otra mitad lo atribuirá a la falta de fondos por parte de los castigados intendentes peronistas, sean estos de la facción que sean.
Tras la escandalosa derrota del PJ en casi todos los distritos de la provincia el pasado domingo, muchos esperan que se venga una “revolución peronista” que recambie totalmente la conducción partidaria de cara a 2019. Aunque eso no va a ocurrir. Solamente el monumental ego de Daniel Caran, o de algún dirigente de segunda línea con ánimo de trepar más alto de lo que le da la escalera puede creer que eso vaya a pasar. Y no pasará sencillamente porque no hay en gateras figuras de peso que sostengan ese, tal vez necesario, pero no factible recambio.
Las únicas figuras de renombre que deja excluidas el fracaso en todo el proceso electoral son las de “Camau” Espínola y Gerardo Bassi, arquitecto y conductor (respectivamente) de la gran derrota peronista que comenzó el domingo 4 de junio en la capital provincial. En el medio, este desastroso proceso se llevó puestas a varias intendencias, entre las que se encuentran los tres principales bastiones que mantenía el peronismo, (Capital, Goya y Curuzú), y culminó el domingo con el justicialismo directamente humillado por ECO en las legislativas nacionales.
No tiene mayor sentido cargar las tintas sobre el ex medallista olímpico, quien en caso de haber ganado se habría convertido en el artífice del triunfo; pero lo natural es que su sector acepte su ocaso político, y entienda que tuvieron el manejo, cedido con toda generosidad, en diciembre de 2014, por el único cuadro político de nivel supelativo que tiene el peronismo correntino
El día que Fabián Ríos leyó en un diario que Camau, el candidato que un año antes había sido derrotado en las urnas 
por Colombi pero que mantenía el apoyo de Cristina Kirchner, le reclamaba “transparencia” en el proceso de internas, decidió cederle el manejo partidario y dejar que “el preferido de la jefa” armara su esquema. Fabián y Nancy Sand (entonces presidente y vice) renunciaron a la conducción y dejaron que Espínola armara a su antojo.
Tras algunos meses de deliberaciones Camau propuso a “su hombre”, Gerardo Bassi, y desde el otro lado nadie le opuso resistencia; y allí fue el goyano, encabezando una lista de unidad y con la responsabilidad sobre su inexperiente lomo, de manejar los destinos del partido durante las dos siguientes elecciones.
La de 2015 fue fácil, solamente era legislativa y no hubo grandes conflictos, pero al llegar la de gobernador e intendentes esa inexperiencia les estalló en la cara a ambos. El presidente del PJ ni siquiera fue capaz de retener su propio distrito, y el perjuicio para el partido en términos territoriales demandará muchos años en ser recuperado.
Bassi no supo, no quiso o no pudo contener a la tropa de toda la provincia, y Camau no fue capaz, desde ese discurso “lavado” de ideología, que todos le conocemos (sin mencionar a Perón, ni a Eva, ni a Néstor, ni a Cristina, y casi sin hablar de política) aglutinar las preferencias de un partido tan “chivo” como el PJ. Camau quiso parecerse a Macri, sin entender el muy necio, que un peronista no se parece en nada a Macri, ni a nadie que no sea a otro peronista.
“Me interesa cambiarles la vida a los Correntinos” repetía Camau frente a cada micrófono que se le ofrecía, pero nunca explicó cómo lo haría. Y eso le pesó.
La primera derrota, la de capital, estuvo signada por las ambigüedades. Camau, sin entender que debía basar su 
poderío electoral en un primer triúnfo que potenciara al partido, fue vencido por su ego, y en el ánimo de que Ríos no ganara, no caminó la capital todo lo que debió hacerlo. Para colmo “permitió” que “su” Sonia López rompiera el frente y contribuyera de ese modo a la derrota en el distrito que aglutina casi el 40% del electorado provincial.
Tras esa inesperada caída todo fue para Colombi. El volátil votante capitalino no encontró vocación de poder en el peronismo y rápidamente se volcó hacia el lado del ganador. Y lo que debió haber sido su bastión, la ciudad que él mismo había gobernado unos años antes, le dio la espalda, del mismo modo que él, cuatro meses antes, le había dado la espalda a su intendente.
Pareciera inexorable que el PJ correntino se reordene detrás de la única figura de referencia que le queda. Con Pruyas viejo, Galantini y Rubín fuera de combate por las palizas recibidas en sus territorios y el resto de la dirigencia en pañales Fabián Ríos no pareciera tener rivales de peso. Sobre todo porque hoy el Partido Justicialista de Corrientes no es atractivo pues no tiene “cajas” importantes que lo abastezcan, y es en las horas aciagas cuando verdaderamente se dimensionan los cuadros políticos.
La pregunta a hacerse en este punto es, ¿estarán de acuerdo todos en que e esta cuesta empinada que tenemos adelante al PJ lo tiene que conducir el más preparado o se volverá a la discusión chiquita? Si los seguidores de Camau no entienden que primero está la provincia, después el movimiento, y recién después los hombres tendremos radicales para varias décadas más.
Dice el apotegma que “Libres siempre vota al revés”, quedará para algún sociólogo determinar por que ocurre, pero
lo cierto es que es así; y una vez más, mientras el pronismo perdía en toda la provincia, y a pesar de que la pésima decisión de Camau y Yardín, de poner dos candidatos para disputar la intendencia local, hacía prever que también se perdería aquí, la tozudez del “candidato Ascúa” sumada al carisma del “compañero Tincho”, lograron confirmar la teoría; Libres siempre vota al revés.
Y el domingo no fue la excepción, mientras en toda la provincia el PJ derrapaba aquí se hizo una más que digna elección. El magnetismo despertado por la figura del intendente electo fue tan fuerte que a pesar de que en toda la provincia los votos peronistas se retrajeron de manera estrepitosa en Libres se lograron casi los mismos votos que en el turno anterior.
La inercia del triunfo de Ascúa mantuvo los votos peronistas del 8 de octubre, e incluso los potenció si se tiene en cuenta que los más de 3.000 votos del Frente Renovador ya no contaban este domingo para Jorge Antonio Romero, y que el PJ facturó el domingo 22 solamente 1.100 votos menos que en el turno anterior en un universo de electores bastante similar. Si se quiere, también es válida la comparación con la lista de diputados provinciales, que el 8 de octubre lograron en Libres solamente 7.700 votos contra los 11.500 que logró Romero el pasado domingo. Por donde se lo mire quedará un plus extra, de algunos miles de votos, que solo tiene explicación en el atractivo que los libreños encontraron en su nuevo intendente.
Por fuera de la realidad palpable queda el futuro, algunos miramos un poco más adelante y pretendemos adivinar jugadas; por ejemplo la relevancia provincial, que en un peronismo desbastado, pueda llegar a adquirir nuestro intendente. La debilidad económica que deberá afrontar el partido tras haber perdido a sus principales municipios podrían poner a Ascúa en un sitial de privilegio, aunque para eso deberá contar con espadas políticas que sean hábiles y, sobre todo confiables.
Muy poquitas comunas importantes quedaron en manos del PJ, sobresalen Mercedes, Santo Tomé y Esquina, 
ninguna de ellas con la importancia estratégica ni con el presupuesto de Paso de los Libres, ¿estará pensando Ascúa en un equipo con experiencia política que lo ayude a potenciar su figura para tener visibilidad provincial o se limitará a una gestión “de cabotaje”, como la que desarrolló Rubén Verón entre 2001 y 2005, por no tener “jugadores habiles” a su alrededor?
Hay otro ejemplo para no imitar, el de Eduardo Vischi, tan exageradamente desconfiado, egoísta e individualista que basó toda su construcción en su figura y solo se rodeó de inútiles, ricos y famosos, relegando a los cuadros políticos que sí tenía el radicalismo libreño cuando llegó al poder. El resultado es que esos cuadros valiosos fueron desdeñados, y nadie creció a la sombra de Peteco. No es una casualidad que, tras doce años en el poder, los únicos radicales libreños con cargos relevantes en el gobierno o bancas en la legislatura sean él y su hermana Laura. 
Tampoco es casualidad que tras dejar el territorio, en la primera elección, Vischi, con su espantoso candidato, haya perdido la intendencia.
Peteco logró trepar igual por dos motivos, a) su cercanía con el gobernador y b) que su partido siempre se mantuvo en el poder provincial; bien otra hubiese sido la historia si le hubiese tocado asumir en las difíciles condiciones de Ascúa, con Nación y Provincia en contra y con minoría en el Concejo Deliberante, enfrentando a una mayoría compacta que acaba de perder el poder, y tiene los números para retener la presidencia.
Un arranque de gobierno con una buena reacción política frente a las batallas a muerte que -está cantado- le presentarán los radicales desde el día uno; y la “caja” más consistente que tendrá el peronismo provincial para poder respirar, podrían sentarlo a la mesa de las decisiones de cara a las legislativas de 2019. ¿Estará pensando en eso el intendente electo cada vez que anota en su agenda un nombre para el gabinete o pensará más en sus afectos, como hizo Verón?
Cómo dice un amigo “hay que dejarlo arrancar”, y estaremos ahí poniendo lo mejor de nosotros para apoyar al 
gobierno que inicia, la cuestión es que nadie nace sabiendo, y lo ideal a la hora de dar los primeros pasos es tener a alguien al lado que sepa caminar, y ese alguien, en el entorno de “Tincho” aun no se avizora.
Decíamos más arriba, que varios dirigentes peronistas de fuste vienen en picada y esos espacios sí esperan “sangre joven”, algunos porque se les pasó el reloj, otros por no haber sabido aprovechar sus quince minutos de fama. Ascúa ya demostró que tiene dos de los atributos más importantes, empuje y carisma, a él le quedará demostrar si además tiene la inteligencia que se requiere para triunfar en política.
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