El día que el cura villero, Gustavo Carrara, fue consagrado por el cardenal Mario Poli como nuevo Obispo Auxiliar de la Ciudad de Buenos Aires. En la puerta de la Catedral Metropolitana lo acompañaron un centenar de fieles de la Villa 1-11-14. Eso no fue todo, tras la ceremonia Carrara fue sacado en andas por los “villeros” de la coqueta iglesia. Mientras tanto, a pocos metros de allí, en la Casa Rosada, se encendían las luces de alarma, “¿que pretende Bergóglio con esta jugada?”, se preguntaron.
Cuenta la crónica que el día que el cardenal Jorge Bergoglio fue elegido Papa las campanas de todas las Iglesias del mundo sonaron para anunciar la noticia, menos las de la capital bonaerense. En La Plata, el territorio de monseñor Héctor Aguer hubo silencio: el nuevo jefe de la Iglesia era su máximo enemigo. Pasaron casi cinco años y Aguer cumplirá 75 años, con lo cual será jubilado de su cargo en el arzobispado de La Plata, y el portal bonaerense “Info 135”, anunció la probable llegada de monseñor Carrara a la Catedral de esa ciudad.
En torno a los nombres que “suenan” para reemplazar a Aguer, además del obispo villero está el de Víctor Fernández, el actual rector de la Universidad Católica y “la voz” del Papa Francisco en el país, aunque hay versiones que indican que Francisco lo quiere llevar al Vaticano.
Esa movida pone sobre el tapete el nombre de Carrara. Francisco sabe de la importancia del Arzobispado de La Plata en el mapa de la Iglesia argentina, y cómo el gran estratega político que siempre fue podría jugar esa pieza para cambiar la historia de una diócesis que hace décadas está signada por la ultraderecha católica. Sobre todo en tiempos en que la Iglesia se hace tan necesaria, no solo para asistir a los pobres, sino también para actuar políticamente contra un gobierno que no deja de recortarles sus derechos.
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