Por Gabriel Link –
Como parte de la estrategia electoral, el Gobierno anunció inesperadamente en la última semana del año un fuerte tarifazo que terminará de impactar recién entre marzo y mayo del año que inicia. Cambiemos busca así acumular golpes ahora para morigerar el efecto de su ajuste durante la campaña electoral. Lo increíble de la situación es que, al igual que el año pasado, el Gobierno pronosticó una inflación que no podrá cumplir ni de cerca. ¿Quien puede creer que con aumentos en las tarifas del orden del 45% solo en el primer semestre lograrán cumplir la pauta inflacionaria de 23% que estamparon en el presupuesto para todo el 2019?
Los transportes serán los primeros en implementar los incrementos (en dos semanas entrará en vigencia el primero de los tres aumentos mensuales previstos hasta marzo, que marcarán una escalada de entre 38,5 y 42%). El tarifazo de la energía eléctrica comenzará recién en febrero, y acumulará en total un alza del 55%. Además anunciaron una suba en el gas del 35% en abril, y el agua comenzará a aumentar en enero (17%) y terminará en mayo (27%), acumulando un total de 49% dentro del primer semestre de 2019.
A instancias de Marcos Peña, Mauricio Macri aceptó la propuesta de concentrar los anuncios de aumentos de tarifas de 2019 antes de fin de este año y concentrarlos todos en los primeros meses de 2019, para sí no estar obligados a salpicar la campaña electoral con malas noticias. Apuntan así a que el impacto del nuevo ajuste no esté presente durante la puja electoral para restarle a la oposición una herramienta discursiva importante.
En la Rosada ensayan excusas, “estamos cerrando un año muy malo, con una noticia muy mala. El 2019 sólo puede ser mejor”, será el discurso preparado para los medios oficialistas y los reportajes que den los funcionarios, a quienes no les interesa otra cosa que la retórica.
En 2017, el Gobierno había suspendido los tarifazos del transporte hasta después de las elecciones, finalmente fueron anunciados por Dietrich en enero de 2018; al igual que las variaciones en las boletas de luz y gas, que recién comenzaron verse luego de la votación. Hasta la cancelación del Fútbol para Todos, que Macri había anunciado en enero, fue postergado hasta octubre, para producirse tras el soñado triunfo de Esteban Bullrich en la provincia de Buenos Aires, cuando ya no les importaba más nada. A partir de ahí comenzó la furia ajustadora de Cambiemos, motivada en la necesidad de juntar dólares para pagar la deuda que contrajeron para cubrir la fuga que ellos mismos promovieron.
El Gobierno no quiere, no sabe y no puede. La barra de Mauricio Macri nunca buscó otra cosa que redistribuir las riquezas, traspasando todo lo posible desde las clases populares hacia lo más alto de la pirámide social, a eso vinieron. Pero lo hicieron muy mal, con mucha impericia, a tal punto no supieron pilotear el ajuste que generaron que en solo medio mandato agotaron todo el crédito externo, que era mucho, por las condiciones de desendeudamiento que habían heredado. Pero los dólares entraban por un agujero y salían por el otro, para irse en torrente por la canaleta de la fuga y la timba financiera, de la que ellos mismos eran grandes protagonistas. ¿Podrían haber parado la crisis a tiempo?, claro que sí, pero no quisieron, puesto que al tiempo que fundían la economía se llenaban sus propias cuentas offshore.
Este año, acuciados por las deudas y demostrando una vez más la inoperancia del equipo económico, el Gobierno no tiene margen para postergar ningún aumento, por eso los anuncios fueron realizados meses antes, bien lejos de la campaña electoral, así, por un lado cumplen con sus patrones del FMI, y por el otro buscan que el nuevo ajuste se despegue de la memoria del votante, al que intentarán seducir con un nuevo arsenal de mentiras.
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