Por Edgardo Mocca –
La elección no autorizó el plan desestabilizador de la derecha. El gobierno tampoco despejó todas las amenazas políticas, pero conservó un margen de maniobra, la posibilidad de un nivel de iniciativa política para enfrentar la grave crisis que atravesamos.
Ahora la cuestión principal es encarar una hoja de ruta urgente y dramática. Y el centro está en la recuperación del salario, de la ocupación, de las oportunidades de vida para el pueblo. Solamente bajo esa perspectiva tiene sentido el tratamiento de una deuda inmoral e injusta. Contraída por un gobierno que no respetó las normas legales y cuyo presidente acaba de revelar el sentido último de esas políticas, el apoyo del establishment global para su continuidad en el gobierno.
El sueño más íntimo de la derecha es la división del Frente de Todos, la posibilidad de un peronismo desligado de la experiencia de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Ese sueño no avanzó en la jornada de hoy. Más bien quedaron desautorizadas las movidas sectarias que se encaminaban a profundizar las divisiones internas. La construcción principal de la política argentina de los últimos años -la decisión de Cristina de abrir paso a la unidad, aún a costa de renunciar a su papel principal- ha quedado en pie, contra la ilusión que la derecha había construido.
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