Por Gabriel Link –
La última vez que se legisló sobre sueldos municipales un concejal y un secretario de Estado ganaban lo mismo. Lo establecido es el 49% del sueldo del intendente. Hoy un secretario gana 50/60.000 pesos y un concejal alrededor de 200.000. El sueldo en ambos casos es el mismo, pero el ingreso de los concejales está compuesto por un 25% en blanco (la dieta autorizada en la ordenanza que regula los sueldos municipales) y un caprichoso y autoasignado 75% en negro (asignaciones políticas que no sufren los descuentos que indica la ley).
Es decir, un secretario municipal gana, más o menos, el doble de lo que gana un empleado de planta, algo que parece justo; mientras que un concejal gana entre 8 y 10 veces lo que ganan los empleados que trabajan a diario para ellos.
Los secretarios cumplen horario de lunes a viernes, y casi todos ellos tienen actividades durante los fines de semana; horas extra por las que no cobran; y tampoco reciben viáticos. Los concejales, en cambio, tienen como única obligación ir a una sesión semanal, que, de promedio, no dura más que una hora y media; y a una reunión de comisión por semana. Los secretarios tienen 15 días de vacaciones, en cambio los ediles disfrutan de 4 largos meses de receso legislativo.
Durante los gobiernos radicales no se notaba la diferencia salarial porque todos los secretarios y directores municipales tenían sabrosos sobresueldos en negro que, dependiendo de la importancia que tuviera el funcionario, los acercaba más o menos a lo que perciben los concejales.
Ascúa no paga esos sobresueldos ilegales que pagaban los radicales a sus funcionarios, y la obscena diferencia entre los ingresos de los legisladores comunales y los de los integrantes del Gabinete se produce porque, al ser un poder independiente, los concejales se imponen sus propios ingresos. Y no lo hacen en sesiones públicas, lo hacen en reuniones privadas, por eso lo que ganan los concejales es el secreto mejor guardado de la política de Libres. No figura en ningún lado, y solo se puede “calcular” leyendo cuidadosamente el balance de sumas y saldos.
Este desbalance entre los ingresos (y la carga laboral) de un edil y un secretario de Estado genera, ante cada cierre de listas, un problema para los partidos que tienen chances de llegar al poder. Todos quieren ser concejales, nadie quiere ir al Ejecutivo.
Ahora, ¿está bien que un concejal tribute solamente por el 25% de lo que cobra, y el 75% restante forme parte de una asignación supersecreta e ilegal, por la cual los “representantes del pueblo” no pagan impuestos?
Lo único que está bien en toda esta historia es el freno que se impuso el Ejecutivo para incrementar los salarios políticos, pues están enganchados a los sueldos de los trabajadores municipales, la pregunta a hacerse es ¿ese mismo enganche no debería regir para todos los estamentos del Estado?
¿Está bien que un concejal gane, por dos o tres horas de trabajo semanal, 8 o 10 veces más que lo que gana, por seis horas diarias, el trabajador que le lleva la agenda, le sirve el café o le limpia el baño?
El municipio debería resolver esta inequidad, que no es ni justa ni lógica, al menos no si pretendemos un sistema político eficiente y transparente que reemplace a este, en el que un sector “vip” de la política cobra sus astronómicos salarios en secreto, mientras que el otro, el encargado de gobernar, se atiene a la letra de la ley.
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