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Revolución Federal: Cómo funcionan los grupos de odio en las redes

Revolución Federal: Cómo funcionan los grupos de odio en las redes

Por Karina Micheletto – 

“Al kirchnerismo, cárcel o bala”. Con la foto de este cartel, en la que también se ve una de las antorchas con las que convocaron a marchar, el grupo Revolución Federal celebraba la violenta manifestación del 18 de agosto frente a la Casa Rosada. “¿Así o más claro? A los corruptos, ni piedad. #VanACorrer”, postearon. “Faltan más personas, tenemos que ser muchos gritando para que nos escuchen”, reclamaba Brenda Uliarte, hoy detenida como partícipe del atentado a Cristina kirchner, en un posteo de su participación en esa marcha. Revolución Federal –grupo del que hoy se investigan posibles vinculaciones al atentado– es uno de los tantos emergentes que aparece en las redes como síntoma de época: la multiplicación de “ciudadanos indignados” (los más activos son jóvenes, pero no solamente) que reclaman “ser escuchados” con discursos de odio como trasfondo. Y dan un paso más: convocan a “dejar de quejarnos en redes y pasar a la acción”.

Así organizan violentas marchas y escraches como los que llevaron la firma de este grupo: en el Instituto Patria, en la Quinta de Olivos o en la asunción de Sergio Massa, donde hubo detenidos y denuncias por daños y amenzas. Recientemente hubo otras a cargo de agrupaciones vinculadas (suelen compartir grupos de WhatsApp para sumar gente a las convocatorias) como Equipo Republicano, autor en Paraná del ataque en Tribunales a los abogados del exgobernador Sergio Urribarri.

Combatiendo al kirchnerismo
Sus discursos navegan entre “el combate al populismo”, a “la corrupción”, a la “falta de orden” y el odio a las minorías. Sus blancos son “los políticos que no escuchan”, “los zurdos”, pero también “los planeros”, los extranjeros, los feminismos –“feminazis”, es la acusación que se reitera–. El lenguaje inclusivo los perturba especialmente, apuntan contra “el curro de los derechos humanos”, las Madres de Plaza de Mayo en general y Hebe de Bonafini en particular.

En los sectores más radicalizados los deseos de muerte aparecen concretamente expresados, así como el pedido de la pena capital para funcionarios. Después del atentado a la vicepresidenta, no faltaron los posteos celebratorios: “Estuve a una bala de ser feliz”.

Aunque varían en su virulencia (están los que participan de las marchas donde se ven expresiones de odio como guillotinas y bolsas mortuorias, naturalizándolas o minimizándolas, pero manifiestan estar en contra de los escraches, por ejemplo), hay algo que une profundamente a todos estos indignados en acción: un antikirchnerismo activo y militante, casi evangelizador.

 

Aunque en la superficie no se presentan como organizaciones partidarias, al tirar del hilo aparecen vínculos con un común denominador: son todos de derecha. Los rastros unen a grupos neonazis, influencers libertarios, Republicanos Unidos y su “fuerza joven”, Somos Libres; Equipo Republicano, ligado a los “Halcones” PRO; la agrupación Campo + Ciudad, ligada al exministro de Argoindutria Luis Miguel Etchevehere, y grupos más nuevos como Revolución Federal. Finalmente Espert, Milei, López Murphy y Bullrich terminan siendo, según los casos, los referentes mencionados. Aparecen también vínculos con la derecha internacional, especialmente sus centros en España y Miami.

Muchos comparten un sentimiento de ser los “excluidos” del sistema, a muchos les cabría la vieja caracterización de lúmpenes, como aparenta ser el caso de quienes atentaron contra CFK. Aparece la pregunta por sus formas de financiamiento, y también por las posibles conexiones con servicios de inteligencia.

“Me parece muy dificil pensar todo esto sin un tercero, una organización o alguien que aliente, financie y que garantice ciertas coberturas. Yo creo que estos pibes actúan con ese nexo”, responde ante la consulta de Página/12 el sociólogo Luis Alberto Quevedo.

“Estos grupos de derecha son ‘borders’, ‘marginales’, en tanto se sienten excluidos de esta forma de representación. Pero hay que tener en cuenta que si bien son expresiones no muy extendidas, tienen mucho intercambio a nivel internacional, y conexiones super aceitadas entre ellos”, advierte Natalia Aruguete, experta en comunicación política y análisis de redes sociales.

El posteo de Brenda Uliarte en la marcha de las antorchas.

Guillotinas y atentado

Página/12 habló con Leonardo Sosa y Jonathan Morel, quienes se presentan como fundadores de Revolución Federal. Ellos niegan todo vínculo con el atentado, pero admiten ser quienes pusieron guillotinas en una marcha. No lo califican como una acción violenta o un discurso de odio: fue solo “tomar lo que siente una parte de la sociedad y mostrarlo para que nos escuchen, a ver si entienden de una vez”, explican.

También con la ya célebre “vecina de Cristina”, Ximena de Tezanos Pinto, en cuya casa estuvieron, días antes del atentado, dos jóvenes de esta agrupación, Sosa y Gastón Guerra, en una “reunión para hablar de política e intercambiar ideas”. Y con la abogada de esos dos jóvenes, Gladys Egui, que alquila una habitación en la casa de Tezanos Pinto y a su vez patrocina a estos jóvenes en las dos causas que hoy tienen abiertas: Sosa, por resistencia a la autoridad, ya que la noche del alegato del fiscal Luciani fueron “a celebrar” a la esquina de Juncal y Uruguay y él terminó detenido tras enfrentarse con quienes estaban allí apoyando a CFK. Y Guerra, que el día del escrache a Massa fue detenido por golpear la camioneta del ministro y atacar a un cronista de C5N.

A Guerra se lo sindicó como integrante de una organización aparte, “Nación de Despojados”. Sin embargo, los integrantes de Revolución Federal manifiestan que ese es sólo el nombre que usa en redes, y que él también forma parte de esa organización.

Todos manifiestan no conocer a Fernando Sabag y Brenda Uliarte, ni al resto de los integrantes de la banda que la Justicia ya tiene ubicada. Hasta el momento no han sido citados en la causa. Pero adelantan a Página/12 que el lunes se presentarán espontáneamente ante la jueza. Los jóvenes, para “dejar en claro que no tenemos nada que ver”. Tezanos Pinto, para acusar también, según sus palabras, “a los medios que quisieron ensuciarla sin ninguna prueba”.

El anónimo que recibió Revolución Federal.

El extraño anónimo

Sosa y Morel mencionan un extraño anónimo que recibieron una hora después del atentado. “Lo hicimos bien??? 🙂 Lo organizamos en un chat de una comunidad de taringa, con un extranjero. Igual no tenía alas, es solo para que corran. VAN A CORRER!!! COMO DICEN. Cadena nacional”, dicen los mensajes que recibieron por privado.

Recién el lunes lo hicieron público, aseguran que fue recién entonces que lo vieron. “No tenemos conocimiento de quién escribió estos mensajes ni de su veracidad, pero consideramos que bajo ningún término esto puede ser pasado por alto. Habiendo expuesto esto, quedamos a disposición de la Justicia”, publicaron entonces en un comunicado.

El comunicado que emitieron días después.

Pasar a la acción

Sosa y Morel ubican el nacimiento de Revolución Federal en mayo, y la marcha del 25 de ese mes como su primera acción pública. “Coincidimos en la idea de que algo había que hacer, la gente tenía que salir a la calle, veíamos mucho malestar y nos pusimos al hombro esto de instar a la gente a manifestar”, dicen a Página/12.

Morel se presenta como comerciante; Sosa como empleado en relación de dependencia. Sosa dice que de “cero interés por la política” y “votar por votar” en las PASO, “hizo el click en noviembre” y pasó “a trabajar con grupos libertarios”. “Fiscalicé para Milei en Capital, pero en provincia hice campaña para Espert”, relata su derrotero. Pasados unos meses, sigue contando, se desencantó. “Aparecieron cosas que no me gustaban, la pavada de la venta de órganos, y algunos métodos dentro de los grupos. En la oposición no hay nadie que se cargue al hombro la bronca de la gente, que se organice para salir a la calle y que nos escuchen. Si la idea es sacar al kirchnerismo y combatirlo, no podemos estar peleados entre nososotros”, dice. Se manifiestan orgullosos de “unir macristas, radicales y libertarios en contra del kirchnerismo”. 

“Sí, a la guillotina la armamos nosotros”, confirma Morel al repasar las marchas y escraches que organizaron. “Fue una manera de decir: dejá de quejarte en Twitter o en la mesa de domingo y quejate en la calle y contra el político. Si la gente en redes sociales está diciendo: esto se resuelve con guillotina, nos pareció bueno mostrárselos”, razona. ¿No es acaso eso llevar al acto un claro discurso de odio y violencia? “No, nosotros no reivindicamos esos mensajes. Nosotros no odiamos a nadie. Es como decir: miren lo que está pidiendo la sociedad, escuchen. Los políticos no escuchan, es como que están esperando que pase algo extremo”.

Sosa y Morel confirman que estuvieron antes en la esquina de la casa de Cristina, para “festejar” el alegato del fiscal Luciani. Relatan que fue tras la detención de Sosa aquella noche, que Tezanos Pinto se interesó por ellos, les pidió a su inquilina abogada que los patrocine y, días después, los invitó a una charla de política a su casa. La explicación de la vecina de Cristina es coincidente. “Desde momento que los chicos sacan las fotos y las ponen en Instagram, no hay nada que ocultar”, argumenta.

El posteo desde el balcón de Tezanos Pinto.

Tezanos Pinto suele hacer esas reuniones en su casa; algunas están subidas a redes, fabricando las banderas que cuelga de su balcón: “Estamos hartos”, “Basta de impunidad”. Niega sostener discursos de odio, se manifiesta en contra de los escraches, aunque dice que “comprende la indignación” y por eso quiso ayudar a estos jóvenes “que tienen buenas intenciones”. Menciona a una mujer de Equipo Republicano como el nexo para invitar a su casa a los integrantes de Revolución Federal. Se define como “una ciudadana interesada en fomentar que la ciudadanía muestre su repudio, ampliar las fronteras, no romper los límites”.

Se ubica trabajando como voluntaria dentro de la comisión de Comunicación de Republicanos Unidos, el partido cuyo referente es Ricardo López Murphy. También como “impulsora de proyectos” como el de Ficha Limpia en la Ciudad de Buenos Aires. Su militancia incluye entre otras la iniciativa para cambiar el nombre de la estación “Rodolfo Walsh” a la de “René Favaloro”, presentada en la Legislatura. Y aunque tiene solo dos artículos –el primero la descripción, el segundo, “Comuníquese”, desde la cuenta de Republicanos Unidos se indica que “Walsh fue un terrorista que no merece reconocimiento de parte del Estado”.

Polarizar es la tarea

Aruguete habla de “polarización afectiva” para describir toda interpelación emocional que desde las redes activa a la acción a estos grupos, “mucho más que la dimensión racional”. “Lo que más activa son las emociones violentas y negativas: el odio, la bronca, la indignación como vertebradora. Y activa mucho más a las derechas que a los grupos ubicados a la izquierda del espectro ideológico, por eso le llamamos ‘polarización asimétrica‘”, describe.

“Estos grupos fueron forjando mucha capacidad de instalar agenda en redes, con expresiones sumamente beligerantes, que activan mucho a las derechas. Algo que hemos observado es que los principales influencers de lo que llamamos ‘la burbuja de filtro de la derecha’ están todos conectados, coordinados, no solo entre ellos al interior de la red social, sino con una estrategia discursiva de violencia digital y desinformación consistente en distintas plataformas”, marca la investigadora de Conicet y de la Universidad de Quilmes.

Clima de furia

“Es necesario instalar un clima de furia, de indignación, para sentir la necesidad de pasarlo al acto. Y la derecha tiene todos los medios de comunicación llamando a eso, periodistas que dicen hay que agradecer que sólo escrachen y no les hagan más cosas, etcétera. Y por otro lado mucha dirigencia política que también banca eso”, analiza Quevedo. “Pero también la acción en la derecha históricamente tiene que ver con estos grupos nutridos de gente marginal, sin militancia política, que son los que hacen, no los que discuten”, recuerda.

No son grupos ideologizados, que se juntan para bajar línea: son grupos que se juntan para ver qué hacemos. No hay un poner en palabras. Cuando vos ponés en palabras las cosas y lo compartís con otros y volvés discursivo el odio y la indignación, lo amortiguás. Cuando sólo te mueve la acción para canalizar la indignación, lo que te queda es salir a la calle y hacer algo. Es similar a lo que ocurre en Latinoamérica y Europa con los grupos neonazis, por ejemplo. Su visibilidad no es por un discurso, sino por la acción”.

 

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