Por: Nicolás G. Recoaro –
Rejas por aquí, rejas por allá. El barrio de Congreso está enjaulado, sin libertad. Una postal cotidiana de la Argentina presidida por el ultraliberal Javier Milei. Fiebre de viernes por la noche en el Parlamento, hay que seguir con vida.
En la pompa y circunstancia oratoria del discurso del estado de la Nación, el presidente se dirigirá al pueblo. Adentro de la pajarera parlamentaria se amuchan los aplaudidores de turno. Afuera, movimientos sociales, organizaciones de izquierda y gente de a pie se hermana para protestar. “Tosamos que se va”, agita el cartel un señor cerca de Rivadavia. Si fuera tan fácil.
Sinfonía de un sentimiento. “La patria no se vende, la patria no se vende”. La frase explota en decenas de gargantas. Hay bombos y redoblantes, también cacerolas, porque la lucha es una sola. Le da duro a una vieja olla Mónica, jubilada textil llegada desde el Once: “Voy a defender la democracia, este tipo es la dictadura. El plan motosierra nos está matando a todos los jubilados. ¿Quién se acuerda de los viejos?”. La guardia pretoriana de la ministra de Represión Patricia Bullrich custodia el Congreso a pocos pasos: “Estos son capaces de pegarnos a los jubilados, no respetan ni a su madre”. Doña Mónica no se equivoca. Hace un rato, los hombres de azul repartieron gas pimienta para todes en el cruce con Callao.
Fuente Tiempo Argentino
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